Sobre mujeres y cuartos propios
Llevo meses de intenso trabajo. Mi monitor de sueño me recuerda todos los días que duermo menos de lo necesario. Cuando tengo media hora de tiempo libre la disfruto como si fuera un largo día de verano. Ayer me concedí una tregua y decidí dedicar la tarde a cosas placenteras y contemplativas. No lo pensé demasiado, solo quería pasar el rato sin darle demasiadas vueltas a la cabeza, así que me dejé llevar por la recomendación de una compañera y después hice el «pito, pito» con mi lista de pelis pendientes de los Goya. Resultado: el documental La reina de las nieves. Carmen Martín Gaite que se puede ver en abierto en La 2 y La boda de Rosa de Icíar Bollaín que se puede alquilar en Filmin.
Yo, que solo pensaba pasar el tiempo, esquivar las obligaciones, de repente me vi rodeada de mujeres con un mismo anhelo: un cuarto propio. Si Virginia Woolf levantara la cabeza no sabría cómo decirle: «lo siento querida, algunas hemos tenido suerte y como tu, hemos tenido el privilegio de tener un espacio exclusivo para lo nuestro. Otras, la mayoría, la inmensa mayoría, no han podido hacerlo».
Martín Gaite, también fue una de esas mujeres afortunadas. Tuvo la suerte de tener unos padres verdaderamente preocupados por una educación libre y progresista, que permitió a la escritora elegir la vida que quiso tener. Una vida, por otro lado, no exenta de dificultades. Elegir la vida que quieres tener en el contexto de una dictadura, especialmente empeñada en limitar el papel de las mujeres, no es una tarea sencilla.
Y sí, Martín Gaite, fue una privilegiada porque la inmensa mayoría de las mujeres de su época tenían el camino predefinido. En el documental podemos ver a una de ellas, Mariores Ruiz Olivera, compañera de clase de la facultad de filosofía y letras de Carmiña, como la llamaban sus amigos. Rodeada de libros, esta salmantina octogenaria dice con los ojos vidriosos: «me casé enseguida, tuve seis hijos y tuve una vida normal y corriente de persona burguesa de Salamanca. Me hubiera gustado seguir estudiando, pero yo no hice nada. Y lo siento pero no lo hice». Me gustaría tomarme un café con Mariores en alguna plaza de Salamanca y decirle al oído: «no tienes la culpa».
Con La Boda de Rosa la historia se repite. La peli esta ambientada en la España actual, en pleno siglo XXI, dónde algunos suponen que las mujeres hemos alcanzado grandes cotas de libertad y suponen erróneamente que, ahora sí, podemos tener nuestro cuarto propio, nuestro lugar para soñar y alcanzar todas nuestras metas. Pero no es así y en esta preciosa película, volvemos a ver que no, que todavía hay demasiadas mujeres que no tienen otra opción que dejar para más adelante todo.