Abandonar: Dejar sola o sin atención ni cuidado a una persona, animal o cosa.
El grito ahogado de Mariano Turégano es un cristal roto que atraviesa con precisión cada una de las arterias principales de mi cuerpo. Me deja sin oxígeno, me ahoga y me cabrea. Y como este blog también es mi espacio íntimo para los enfados vengo aquí a deshaogar. Para el que llega tarde o no se ha enterado, Mariano es un señor de 82 años que vive en una residencia pública de la Comunidad de Madrid y esta semana ha comparecido en el pleno de su ayuntamiento, en San Sebastián de los Reyes, para denunciar las deleznables condiciones en las que vive junto a otras 140 personas.
Hay que escuchar con atención los siete minutos y cuatro segundos de la intervención de Mariano. Su alegato no solo va dirigido a la Comunidad de Madrid, a los responsables de su residencia o a su ayuntamiento. Sus palabras punzantes nos interpelan a todas: «Nosotros no hemos nacido con 80 años, hemos trabajado mucho, ustedes lo deberían de saber porque hoy disfrutan de privilegios que nosotros peleamos, no para nosotros sino para ustedes, eso no se consigue mirando para otro lado. Es insólito que hoy estemos aquí pidiendo vivir con dignidad».
Nostros no hemos nacido con 80 años, hemos trabajado mucho, ustedes lo deberían de saber porque hoy disfrutan de privilegios que nosotros peleamos, no para nosotros sino para ustedes.
Así es, es insólito tener que mendigar la dignidad de toda una generación. Esta gente, recordemos, nació en la década de los años 30, 40 y 50 del pasado siglo. Es la generación que vivió en las peores condiciones de una posguerra que se alargó demasiado. Es la generación que conquistó la democracia para nuestro país. Es la generación que, sin apenas formación y con mucho esfuerzo, consiguió que sus hijos e hijas tuvieran el mayor nivel formativo de España. Es la generación que, durante los peores momentos de las distintas crisis económicas, da de comer a sus hijos, nietos y nietas; y es la generación que hoy sale a las calles para reclamar unas pensiones dignas, una mejor sanidad o una mejor atención residencial. Esa es la mejor generación que ha tenido este país y yo no sé en qué momento hemos decidido abandonarla.
Esa es la mejor generación que ha tenido este país y yo no sé en qué momento hemos decidido abandonarla.
Tampoco tengo en mis manos todas las soluciones. Lo que sí tengo claro es que tenemos recursos, tenemos capacidades, algunas también tenemos ideas y lo más importante es que tenemos el deber moral y constitucional de atender y cuidar, repito, a la mejor generación viva que tiene este país. Pongámonos manos a la obra.